Janet Horne: La ultima Bruja de Escocia


Janet Horne: El Eco Final de la Caza de Brujas en Escocia



En las brumosas Tierras Altas de Escocia, en un rincón remoto llamado Dornoch, resuena el eco de una de las historias más tristes y reveladoras de la superstición y el miedo: la de Janet Horne, la última persona ejecutada legalmente por brujería en las Islas Británicas. Su caso, ocurrido en 1727, marca el sombrío final de una era de histeria y persecución que cobró miles de vidas inocentes.

El Terror de la Caza de Brujas Escocesa: Una Brutal Realidad

Para entender la tragedia de Janet Horne, debemos transportarnos a una Escocia donde el miedo a la brujería era una fuerza palpable, casi una enfermedad social. Durante siglos, la creencia en pactos con el diablo y la magia negra estaba profundamente arraigada, alimentada por la inestabilidad política, las enfermedades y la pobreza.

La Ley de Brujería de Escocia, promulgada en 1563, abrió la puerta a una de las cazas de brujas más intensas y brutales de Europa. A diferencia de otras naciones donde el clero o la nobleza ejercían un control más centralizado, en Escocia, la persecución estaba a menudo impulsada por las iglesias parroquiales locales y los presbiterios, lo que la hacía aún más implacable y generalizada. Se estima que unas 2.500 personas, en su mayoría mujeres, fueron acusadas y ejecutadas entre 1563 y 1736. Esto representa una proporción de la población ejecutada por este "crimen" significativamente más alta que en cualquier otro país.


Los juicios eran a menudo una farsa de justicia. Las confesiones se obtenían bajo torturas horribles, como la "bota" (un instrumento que aplastaba la pierna) o el "tornillo de pulgar" (que aplastaba los dedos). Las "pruebas" podían ser tan absurdas como la búsqueda de la "marca del diablo" (una insensible marca en el cuerpo, que podía ser un lunar o una cicatriz), o simplemente la incapacidad de la acusada para recitar el Padre Nuestro sin errores. Los "prickers" eran empleados para encontrar estas marcas, a menudo con agujas trucadas, garantizando un resultado condenatorio.

Janet Horne y su Hija: Víctimas de la Ignorancia y la Desesperación

Janet Horne era una mujer anciana, que, según los relatos, padecía de senilidad o demencia, lo que la hacía particularmente vulnerable e incapaz de comprender o defenderse de las acusaciones que se le imputaban. Vivía con su hija, quien sufría de una deformidad en manos y pies, una condición que, en aquella época, a menudo se interpretaba como una señal de infortunio o una marca diabólica.

La combinación de la vulnerabilidad de Janet y la condición física de su hija, sumada a la ignorancia y el miedo arraigado de los vecinos, se convirtió en su sentencia de muerte. Las acusaciones que se vertieron contra ellas eran tan fantásticas como crueles: se decía que Janet había transformado a su propia hija en un pony y que la había montado para ir a encontrarse con el Diablo en reuniones secretas con otras brujas. En otra variación de la leyenda, se dice que Janet herró a su hija transformada en pony, y al volver a su forma humana, la joven tenía las herraduras clavadas en manos y pies, lo que "explicaba" su deformidad. ¡Una fantasía macabra que, sin embargo, fue tomada como verdad absoluta por la comunidad!

El Juicio Rápido y la Sentencia Brutal

Madre e hija fueron arrestadas en Dornoch, en Sutherland, y encarceladas. Se dice que, al darse cuenta del peligro inminente, la hija de Janet, con algo más de lucidez, logró escapar de la prisión y huir. Janet, en su estado de deterioro mental, no pudo defenderse eficazmente ni articular una huida.

Al día siguiente de su arresto, el caso de Janet Horne fue un mero trámite. Un breve "juicio" ante las autoridades locales la encontró culpable de brujería. La sentencia fue inmediata y brutal: ser quemada viva en una hoguera. Este era un método de ejecución a menudo asociado a la brujería, aunque el ahorcamiento era más común en Escocia para este "crimen", la quema se reservaba para los casos de brujería más "graves" o para purificar el cuerpo de la influencia del diablo.

La Última Llama: Un Final Horrendo en Dornoch

La ejecución de Janet Horne tuvo lugar en junio de 1727 (aunque algunas fuentes históricas también citan 1722, siendo esta la fecha más comúnmente aceptada para la conmemoración) en Dornoch. Fue llevada a la hoguera, y su muerte marcó el último caso registrado de una ejecución por brujería en las Islas Británicas. Se cuenta que, en su confusión, antes de ser consumida por las llamas, Janet Horne se quejó del frío. Un detalle desgarrador que subraya la fragilidad de su mente y la crueldad de su destino.

Hoy en día, en un jardín de la Calle Carnaig en Dornoch, se encuentra una piedra conmemorativa, un sombrío monolito con el año 1722 grabado en ella, marcando el sitio de esta última y trágica ejecución. Es un recordatorio silencioso de la oscuridad que puede surgir del miedo y la ignorancia.

El Legado: Un Cambio de Conciencia y el Llamado a la Justicia

La muerte de Janet Horne, aunque tardía, contribuyó a un cambio de conciencia en Escocia y más allá. Menos de una década después de su ejecución, en 1736, el Parlamento Británico abolió la Ley de Brujería de Escocia, declarando ilegal la acusación de brujería. Esto no significó el fin de la superstición de la noche a la mañana, pero sí el fin de la persecución legal y las ejecuciones sistemáticas.

La historia de Janet Horne es un poderoso recordatorio de las miles de personas, en su mayoría mujeres, que fueron víctimas de la caza de brujas a lo largo de los siglos. Su nombre, aunque quizás no fuera su nombre real (ya que "Janet Horne" era a veces un nombre genérico para brujas en el folclore escocés), se ha convertido en el símbolo de todas ellas, un eco de la injusticia y el terror.

Hoy, más de 300 años después, movimientos como "Witches of Scotland" buscan activamente un perdón legal, una disculpa oficial por parte del gobierno escocés y la erección de un monumento nacional para honrar a estas víctimas. Buscan reconocer que estas personas no eran brujas, sino víctimas inocentes de la superstición y el fanatismo. La historia de Janet Horne nos invita a reflexionar sobre la importancia de la razón, la compasión y la justicia, y a recordar que la historia, por oscura que sea, debe ser conocida para que nunca se repita.

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