GUERRA DE LOS TRES REINOS
¡Queridos amantes de las historias que forjaron nuestra Escocia, permÃtanme llevarlos de nuevo a aquel siglo XVII, un tiempo de pasiones desbordadas y lealtades inquebrantables! Imaginen, si pueden, una tierra donde cada suspiro de libertad se sentÃa en el viento de las Tierras Altas, y cada intriga palaciega tejÃa el destino de reyes y clanes. Es la época de las Guerras de los Tres Reinos, un drama que, entre 1644 y 1650, sumió a nuestra amada Escocia en un torbellino de amor y desamor por la corona.
El Corazón de Escocia en la Tormenta: Las Guerras de los Tres Reinos
Amigos mÃos, no piensen en esto como meros conflictos armados; fue una ópera trágica que se representó en el escenario de Gran Bretaña e Irlanda. La Guerra de los Obispos encendió la primera chispa, una disputa por la fe que se propagó como un incendio, sumando la Revolución Inglesa y las Guerras Confederadas de Irlanda. ¡Cada rincón de estas islas gemÃa bajo el peso de un destino incierto!
Una Lucha por el Alma de la Nación: Realistas contra Covenanters
Aquà en Escocia, entre 1644 y 1645, se libró una guerra civil que desgarró el alma de la nación. Por un lado, estaban los Realistas, con una devoción inquebrantable a Carlos I. Su campeón, ¡ay, el incomparable James Graham, primer marqués de Montrose! Su audacia, su visión, eran dignas de los más grandes poemas. Con el apoyo de valientes tropas irlandesas, Montrose y sus hombres consiguieron una serie de victorias asombrosas. ¡ParecÃa que la gloria de la monarquÃa estaba a punto de resucitar!
Pero frente a ellos, con una fe que movÃa montañas y un compromiso inquebrantable, estaban los Covenanters. Desde 1639, ellos habÃan sostenido el poder en Escocia, aliados con el Parlamento de Inglaterra, y creÃan firmemente que su causa era la voluntad divina. A pesar de la brillantez de Montrose, el destino, como un amante caprichoso, finalmente se inclinó hacia los Covenanters. Los Realistas fueron derrotados, y con esa derrota, muchos sueños de una corona restaurada se desvanecieron como la bruma matutina.
El Sacrificio Definitivo: Una Apuesta por Carlos II y la Trágica Ocupación
¿CreerÃan, mis queridos, que la trama terminarÃa allÃ? ¡Nunca en la intrincada historia de Escocia! Los Covenanters, a pesar de su triunfo, pronto sintieron la frialdad de su alianza con el Parlamento inglés. Era un matrimonio de conveniencia, no de verdadero afecto. Los intereses chocaban y las promesas se desvanecÃan en el aire. Fue entonces cuando, con una mezcla de desesperación y astucia, sus ojos se posaron en el joven y carismático Carlos II, el hijo del rey depuesto. ¡Una jugada arriesgada, digna de un romance de capa y espada, pero qué es la vida sin un poco de audacia!
Esta decisión, tan llena de esperanza y riesgo, encendió la Tercera Guerra Civil Inglesa. El precio para Escocia fue inmenso. Nuestra nación, que habÃa luchado con tanta ferocidad por su propia alma, fue invadida y ocupada por el implacable Nuevo Ejército Modelo parlamentario, bajo el mando del inquebrantable Oliver Cromwell. Los paisajes que habÃan sido testigos de tantas batallas por la libertad, ahora sentÃan el peso de una fuerza ajena, un eco doloroso de los sacrificios hechos.
La Causa Profunda: Un Corazón Rebelde por la Fe y la Identidad
Pero, ¿qué fue lo que llevó a esta amada Escocia a tal abismo de conflicto? ¡Ah, la respuesta yace en el profundo amor por la fe y la identidad! En 1638, Escocia se alzó en una rebelión apasionada contra las polÃticas religiosas de Carlos I. El corazón de este alzamiento fue el movimiento National Covenant. Este documento sagrado no solo era una resistencia a las innovaciones del rey, especialmente su imposición del Libro de Oración, sino también un grito de insatisfacción más profundo. Desde que los reyes Estuardo habÃan ascendido al trono inglés en 1603, Escocia sentÃa que su autonomÃa se desvanecÃa.
Los Covenanters, con una fe que era su armadura, reclutaron un formidable ejército. Eran los hijos de la tierra, leales a sus lares y a su Dios. Resistieron con éxito el intento de Carlos I de doblegar a Escocia en la Guerra de los Obispos.
Esta revuelta escocesa fue el eco que resonó en los otros dos reinos de Carlos I: primero en Irlanda y luego en Inglaterra. El rey y su ministro, Wentworth, no lograron convencer al Parlamento de Inglaterra (que también estaba descontento con las polÃticas reales) de financiar un ejército para sofocar la rebelión escocesa. En un movimiento desesperado, el rey propuso reclutar un ejército de católicos irlandeses a cambio de abolir las leyes discriminatorias. ¡Imaginen el pánico que esto causó! Alarmó a sus enemigos tanto en Inglaterra como en Escocia, y los Covenanters incluso amenazaron con invadir Irlanda.
En respuesta a esta tensión insoportable, un grupo de conspiradores irlandeses desató la Rebelión irlandesa de 1641, que tristemente degeneró en masacres brutales de colonos ingleses y protestantes escoceses. Estos eventos, llenos de dolor, precipitaron la guerra civil en Inglaterra. El Parlamento Largo desconfiaba profundamente de que un ejército bajo el mando de Carlos I sofocara la rebelión irlandesa, temiendo que, en cambio, se volviera contra ellos. ¡AsÃ, la Revolución Inglesa estalló en 1642!
En ese mismo año, los Covenanters escoceses, siempre protectores de los suyos, enviaron un ejército a la provincia de Ulster en Irlanda para salvaguardar a los colonos escoceses. Y en 1644, después de firmar el solemne tratado de la Liga y Covenant Solemne con el Parlamento de Inglaterra, la mayor parte de las fuerzas Covenanters marcharon hacia el sur, uniéndose a la causa parlamentaria en la Revolución Inglesa.
Los Corazones Divididos: La Lucha Realista Escocesa
Sin embargo, en el vasto y diverso lienzo de Escocia, no todos los corazones latÃan al mismo ritmo. En algunas partes, especialmente en las indomables Tierras Altas (Highlands) y en el noreste, la llama de la lealtad al rey seguÃa ardiendo. ¡Ah, eran muchos los hilos que tejÃan esta lealtad! La religión, la cultura ancestral, las intrincadas polÃticas de clanes y esa profunda conexión personal con la corona, todo influÃa.
Los Covenanters estaban decididos a establecer el presbiterianismo como la religión nacional, pero en el norte y las Tierras Altas, muchos seguÃan siendo episcopalistas e incluso católicos. ¡La fe era un fuego, y no todos querÃan la misma llama!
Además, las Highlands eran un mundo aparte, cultural, polÃtica y económicamente. Su idioma y costumbres eran gaélicos, una identidad forjada en siglos de independencia. En esta época, los clanes nativos dominaban, y la autoridad de los gobiernos de Inglaterra y las Tierras Bajas (Lowlands
) de Escocia se sentÃa distante. Algunos clanes, con su amor por la libertad de sus montañas, preferÃan la lejana autoridad de Carlos I a la poderosa y bien organizada influencia de los Covenanters en los Lowlands.
El clan más grande y poderoso de los Highlands, los Campbell, liderados por Archibald Campbell, primer marqués de Argyll, se habÃa afiliado con los Covenanters. Esto, como era de esperar en el violento y apasionado mundo de la polÃtica de clanes, significó que los principales rivales de los Campbell, los MacDonald, se lanzaran con fervor al bando opuesto. Coincidencia o destino, muchos MacDonald eran católicos, enemigos acérrimos de los Campbell y poseÃan una profunda identidad gaélica, tanto de las Tierras Altas como de Irlanda.
Y luego estaba él, James Graham, primer marqués de Montrose, un hombre de las Tierras Bajas y presbiteriano. Él, con una visión que trascendÃa las facciones, advirtió que la lealtad al rey era un faro más brillante que cualquier principio religioso o polÃtico. ¡Un verdadero idealista en tiempos de caos!
La Intervención Irlandesa: Un Soplo de Viento para los Realistas
En 1644, Montrose, con su espÃritu indomable, intentó liderar un levantamiento Realista, aunque sin éxito al principio. Pero la Confederación de Irlandeses Católicos, alineada con los Realistas, accedió ese mismo año a enviar una expedición a Escocia. Para ellos, era una forma de equilibrar las fuerzas de los Covenanters escoceses, que de otro modo se usarÃan en Irlanda o Inglaterra. Enviaron 1.500 hombres bajo el mando de Alasdair MacColla, un valiente del clan MacDonald de las Hébridas Exteriores escocesas. Entre sus tropas, se encontraba Manis O'Cahan, primo irlandés de MacColla, con su regimiento de 500 hombres. Poco después de su llegada, estos guerreros irlandeses se unieron a Montrose en Blair Atholl, y juntos, comenzaron a reclutar más soldados de los MacDonald y otros clanes que sentÃan el fuego de la enemistad hacia los Campbell.
El nuevo ejército Realista, liderado por Montrose y MacColla, era, en cierto sentido, extraordinario. Sus tropas, provenientes de Irlanda y de las indómitas sierras escocesas, poseÃan una agilidad asombrosa. Marchaban con una velocidad increÃble a través de distancias extensas, incluso en los terrenos más escarpados, y eran capaces de soportar condiciones severas y raciones escasas. No luchaban bajo las formaciones convencionales de la infanterÃa de pica o mosquete de esa época. ¡No! Al contrario, lanzaban cargas rápidas, disparando sus mosquetes a corta distancia antes de lanzarse al combate cuerpo a cuerpo con espadas y picas. Esta táctica, tan feroz y repentina, a menudo desmoralizaba a sus enemigos, especialmente a las milicias Covenanters que, pobremente entrenadas, huÃan despavoridas ante la temida Carga Highland, siendo a menudo masacradas en su huida.
Pero incluso los más valientes tenÃan sus limitaciones. A los clanes del oeste de Escocia no se les podÃa convencer de que luchasen lejos de sus hogares por mucho tiempo. Para ellos, los Campbell eran el verdadero enemigo, no tanto los Covenanters en general. Además, los Realistas carecÃan de caballerÃa, lo que los hacÃa vulnerables en campo abierto. A pesar de sus victorias sucesivas, no pudieron mantener el territorio conquistado, retirándose cada vez más y refugiándose en las sierras. ¡Una historia de conquistas fugaces, escrita en el viento de las montañas!
Tippermuir, Aberdeen e Inverlochy: Victorias y Crueldad
En el otoño de 1644, los Realistas marcharon a través de los Highlands hacia Perth, donde infligieron una aplastante derrota a las tropas Covenanters en la Batalla de Tippermuir. Poco después, otra milicia Covenanter sufrió el mismo destino en las afueras de Aberdeen. Pero, ¡ay, el error que costarÃa caro! Montrose, con una imprudencia que contrastaba con su genio militar, permitió a sus hombres el saqueo de Perth y Aberdeen. Esta brutalidad, mis queridos, encendió la hostilidad hacia sus tropas en una zona donde la simpatÃa Realista habÃa sido fuerte. ¡Un precio amargo por un momento de descontrol!
Tras estas victorias, MacColla, con la pasión que caracterizaba a su clan, insistió en continuar la guerra de los MacDonald contra los Campbell en Argyll, al oeste de Escocia. En diciembre de 1644, los Realistas devastaron las tierras de los Campbell, asesinando a 900 hombres civiles en edad militar y quemando sus hogares. ¡Un capÃtulo oscuro en una guerra ya teñida de sombras!
En respuesta a este ataque contra los suyos, Archibald Campbell, primer marqués de Argyll, reunió a sus hombres con la furia de un león herido. En febrero de 1645, los Campbell se enfrentaron a los Realistas y a las tropas de los Highlands en la épica Batalla de Inverlochy, cerca de la majestuosa montaña Ben Nevis, en el distrito de Lochaber. Los Campbell fueron derrotados, sufriendo cuantiosas bajas militares.
Las tropas de Montrose, en particular los hombres del Clan Donald y los Confederados Irlandeses, se ganaron una terrible reputación entre la población escocesa. HabÃan cometido una serie de atrocidades contra los civiles, especialmente durante su devastadora campaña en el territorio Campbell en Argyll. Si juzgamos por los estándares modernos, los Realistas escoceses fueron ciertamente culpables de crÃmenes de guerra. Aunque, para ser justos, debemos mencionar que las tropas Covenanters se comportaron de manera similar en los Highlands (al noreste de Escocia) y en Ulster, con los civiles que se encontraban en territorio controlado por Realistas o Confederados. ¡Una mancha en la memoria de ambos bandos!
Triunfo y Desastre para los Realistas: La Volatilidad de las Alianzas
La victoria en Inverlochy pareció abrir las puertas del control para los Realistas sobre las sierras occidentales escocesas, atrayendo a otros clanes y nobles a su causa. ¡Entre ellos, los poderosos Gordon, que les proporcionaron la tan necesaria caballerÃa! Otro ejército Covenanter, formado apresuradamente bajo el comando de John Urry, fue enviado contra los Realistas, pero fue derrotado en Auldearn, cerca de Nairn. Y como si el destino se burlara de los Covenanters, otra armada fue arrasada por los hombres de Montrose en Alford, y otra más en Kilsyth, cuando intentaron bloquear el avance victorioso de los Realistas hacia los Lowlands.
Esta serie de batallas demostró los peligros de enviar tropas medianamente entrenadas, incluso sin preparación, a los campos de batalla, lo que permitió a Montrose obtener el control temporal de la mayorÃa de Escocia. A finales de 1645, ciudades importantes como Dundee y Glasgow cayeron bajo su dominio. ¡Era el apogeo de Montrose!
Sin embargo, la misma naturaleza de sus fuerzas fue su perdición. Mientras Montrose ardÃa en deseos de avanzar con los objetivos Realistas, reclutando tropas en el sureste de Escocia y marchando hacia Inglaterra, MacColla demostró que sus prioridades estaban en la guerra interminable de los MacDonald contra los Campbell, y ocupó Argyll. Los Gordon, por su parte, regresaron a sus hogares para defender sus tierras en el noreste. Con sus ejércitos divididos y debilitados, Montrose fue acorralado por los Covenanters en la trágica Batalla de Philiphaugh. MacColla se retiró a Kintyre, donde permaneció hasta el año siguiente. AsÃ, mis queridos, las victorias Realistas en Escocia se evaporaron casi de la noche a la mañana, vÃctimas de la desunión de sus propias fuerzas.
El Fin de la Guerra Civil en Escocia: Un Rey Entregado y un Héroe Exiliado
La primera Revolución Inglesa concluyó en mayo de 1646, cuando Carlos I se rindió al ejército Covenanter escocés en Inglaterra. Tras fracasar en convencer al rey de que aceptara el sagrado documento del Covenant, los escoceses, con el corazón apesadumbrado pero firmes en su propósito, entregaron a Carlos I a los comisionados del parlamento a principios de 1647. Al mismo tiempo, recibieron una parte del pago por los servicios de su ejército en Inglaterra, que posteriormente regresó al norte. En 1646, Montrose, con su espÃritu invencible pero temporalmente quebrado, viajó al exilio en Noruega, mientras que MacColla regresó a Irlanda con sus tropas (irlandesas y de los Highlands) para reunirse con los Confederados. Aquellos que lucharon para Montrose, especialmente los irlandeses, sufrieron un destino cruel: fueron masacrados por los Covenanters al ser capturados, una terrible represalia por las atrocidades cometidas por los Realistas en Argyll. ¡La guerra dejaba cicatrices profundas!
Escocia en la Segunda y Tercera Guerra Civil Inglesa: La Intriga y el Último Sacrificio
Segunda Guerra Civil
Irónicamente, incluso antes de que los Covenanters hubieran vencido definitivamente a los Realistas, ya estaban negociando con Carlos I contra el Parlamento de Inglaterra. Los Covenanters no lograron que sus antiguos aliados ingleses aceptaran un acuerdo religioso y polÃtico duradero, fracasando en establecer el presbiterianismo como la religión oficial en los tres reinos. TemÃan, con razón, que las fuerzas parlamentarias amenazaran la independencia escocesa. ¡Muchos Covenanters temÃan que bajo el dominio del parlamento, "su pobre paÃs se convirtiese en una provincia de Inglaterra"!
Una facción de los Covenanters, conocida como los Engagers, bajo el mando del Duque de Hamilton, envió un ejército a Inglaterra en 1648 para intentar restablecer a Carlos I en el trono. Sin embargo, este fue desviado por el formidable Nuevo Ejército Modelo de Oliver Cromwell en la Batalla de Preston. La intervención del rey provocó una breve guerra civil dentro del propio movimiento Covenanter. Los presbiterianos más conservadores, bajo el mando del conde de Argyll, se rebelaron contra el ejército escocés liderado por David Leslie. Las dos facciones lucharon en la Batalla de Stirling en septiembre de 1648, antes de que se negociara una paz apresurada.
La tragedia golpeó de nuevo en 1649: Carlos I fue ejecutado por el Parlamento Rabadilla, y posteriormente, Hamilton, capturado en Preston, también fue ejecutado. Los Covenanters más extremos, aún bajo el liderazgo de Argyll, se alzaron como la fuerza más poderosa del reino.
Derrota y Fallecimiento de Montrose: El Sacrificio de un Idealista
En junio de 1649, Montrose, ese valiente idealista en el exilio, fue restituido por el exiliado Carlos II de Inglaterra en un cargo simbólico de Teniente de Escocia. Carlos II, pragmático como siempre, también inició negociaciones con los Covenanters, ahora dominados por los partidos presbiterianos radicales, el Kirk o el Whig. Como Montrose tenÃa poco apoyo en las Tierras Bajas, Carlos estuvo dispuesto a desautorizar a su partidario más constante con tal de convertirse en rey bajo las condiciones impuestas por los Covenanters. ¡Qué ironÃa tan cruel para Montrose!
En marzo de 1650, Montrose arribó a Orkney para asumir el mando de un pequeño ejército compuesto mayormente por mercenarios europeos. Cruzó el paÃs, intentando en vano reclutar a los clanes, pero el 27 de abril fue sorprendido y su ejército fue desviado en la Batalla de Carbisdale en Ross-shire. Su ejército fue derrotado, pero él logró escapar. Después de vagar sin rumbo, fue acorralado hasta su rendición por Neil MacLeod de Assynt en el castillo de Ardvreck. ¡Pobre Montrose, buscando protección donde solo habÃa enemistad polÃtica con los MacLeod! Fue llevado prisionero a Edimburgo y el 20 de mayo fue sentenciado a muerte por el parlamento. Fue colgado el 21 de mayo, y con una crueldad final, se le colocó la biografÃa de Wishart alrededor de su cuello durante su ejecución. Hasta el último aliento, afirmó que era un verdadero Covenanter y un súbdito leal. ¡Un final trágico para un corazón tan valiente!
Tercera Guerra Civil: La Última Llama y la Sombra de Cromwell
A pesar del conflicto con los Realistas escoceses, los Covenanters se comprometieron a la causa de Carlos II, firmando el Tratado de Breda (1650), con la esperanza de asegurar un parlamento escocés presbiteriano libre de la interferencia inglesa. Carlos II arribó a Escocia, especÃficamente al pintoresco pueblo de Garmouth en Moray el 23 de junio de 1650, y firmó los tratados Covenant (1638) y la Liga y Covenant Solemne inmediatamente después de desembarcar. ¡Un rey volviendo a su tierra ancestral, o al menos a lo que quedaba de ella!
La amenaza que representaban el Rey Carlos II y sus nuevos aliados Covenanters fue considerada la más grande que enfrentaba la joven república inglesa. Asà que Oliver Cromwell, con su determinación inquebrantable, dejó a algunos de sus tenientes en Irlanda para continuar la represión contra los Realistas irlandeses, y regresó a Inglaterra en mayo. El 22 de julio de 1650, arribó a Escocia, avanzando desde la costa este hacia Edimburgo. A finales de agosto, su ejército se vio reducido por las enfermedades y la falta de suministros, por lo que se vio obligado a ordenar el repliegue de sus tropas hacia su base en el puerto de Dunbar.
Un ejército Covenanter bajo el mando de David Leslie habÃa seguido de cerca su progreso. Al ver que algunas de las tropas de Cromwell sufrÃan enfermedades y eran embarcadas, Leslie se dispuso a atacar lo que creyó era un ejército remanente debilitado (aunque algunos historiadores reportan que se le ordenó combatir contra su propio buen juicio por la asamblea general Covenanter). Cromwell aprovechó la oportunidad, y el Nuevo Ejército Modelo infligió una devastadora derrota a los escoceses en la posterior Batalla de Dunbar el 3 de septiembre. El ejército de Leslie, fuertemente ligado al partido radical Kirk, fue destruido, y más de 14.000 hombres perdieron la vida, resultaron heridos o fueron tomados prisioneros. Seguidamente, el ejército de Cromwell marchó hacia Edimburgo, y para finales de año, sus tropas habÃan ocupado la mayor parte del sur de Escocia. ¡Fue un golpe devastador, un final amargo para una lucha tan apasionada!
AsÃ, mis queridos, Escocia vivió y sufrió a través de estas guerras. Un tiempo de heroÃsmo, de intriga, de fe inquebrantable y de decisiones que cambiarÃan el curso de la historia para siempre. Un capÃtulo que nos recuerda la profunda conexión entre la tierra, su gente y los destinos que se tejen en el fragor de la batalla y el susurro de las conspiraciones. ¿No les parece, mis amigos, que estas historias merecen ser recordadas y sentidas en lo más profundo de nuestro ser?
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